La reforma, transformación o innovación educativa para ser eficiente y efectiva tiene que ser comprensiva, es decir, debe atender e integrar todos los elementos que afectan los procesos y resultados de un sistema educativo, ya sea el de un país o región, institución, escuela o programa académico. El modelo de “Reforma comprensiva del centro o programa educativo” de la OFDP, comprende los siguientes elementos de una “nueva cultura educativa”, que integrados guían y estructuran los procesos de transformación o innovación educativa de instituciones o programas en los que se involucra la OFDP, ya sea por cuenta propia, mediante acuerdos de colaboración o bajo contrato de servicios.
La implantación estratégica del modelo, en términos generales , comprende una secuencia de cinco etapas
Constituir grupo gestor académico.
Formular, consensuar mediante el diálogo y la argumentación la filosofía, valores, misión, características definitorias de la institución o programa, enfoques educativos y perfil de los egresados en términos de competencias.
Estudio de necesidades educativas a ser atendidas y viabilidad de lo que se propone.
Elaboración de plan estratégico de desarrollo.
Asegurar condiciones materiales y económicas requeridas.
Experimentación reflexiva y creativa con los nuevos enfoques.
Comunicación pública y mercadeo.
Comprar de materiales y tecnología
Evaluación formativa de procesos y formación.
Formación de los docentes y personal gerencial.
Experimentación reflexiva y creativa con los nuevos enfoques.
Evaluación de base (diagnostica) de competencias de estudiantes.
Orientación a estudiantes, padres y madres.
Comunicación pública y mercadeo.
Evaluación formativa de procesos, formación y diseño.
Formación de los docentes y personal gerencial.
Experimentación reflexiva y creativa con los nuevos enfoques.
Evaluación de base (diagnostica) de competencias de estudiantes.
Diseño curricular.
Organización de la convivencia.
Comunicación pública y mercadeo.
Orientación a padres y madres.
Evaluación formativa de procesos y diseño.
Evaluación sumativa.
Hoy día se reconoce, como hemos insistido por casi tres décadas, que la reforma de la educación solo es posible si los docentes desde sus aulas; que “no habrá reforma educativa sin maestros reformados y reformistas”. La reforma se hace desde abajo, en forma democrática, es decir, dialógica, deliberativa y como proceso estratégico participativo de, simultáneamente, formación del docente, cambio curricular y transformación de la convivencia intra y extra escolar. Sólo de este modo los docentes desarrollan la autonomía y solidaridad profesionales, fundadas en aquellas capacidades o competencias requeridas para una práctica educativa reflexiva, crítica, creativa, y que hacen posible toda auténtica transformación educativa.
Los planes de reforma que se llevan a cabo en nuestras latitudes se centran en el ideal de una educación de carácter constructivista que tiene como centro de atención al educando, su proceso de aprendizaje y su desarrollo integral. La experiencia nos enseña, y la investigación lo confirma, que la probabilidad de que se pueda establecer y sostener una reforma educativa depende más que nada, de la transformación que se produzca en la mentalidad y las actitudes de los docentes. Del propio constructivismo hemos aprendido que las prácticas de los docentes están enmarcadas en concepciones, actitudes y valoraciones que determinan los fines y la estructura de su actividad. Si no se cambian mediante procesos formativos estas estructuras cognitivas y afectivas y se pretende reducir la reforma a mera capacitación instrumental de los docentes, la reforma no avanza.
El modelo de educación bancaria que predomina en los salones de clase suele igualmente dominar en los procesos de la formación inicial y en servicio de los docentes. En lugar de promoverse el desarrollo de marcos conceptuales, actitudes, valores y capacidades para la práctica educativa reflexiva y creativa, se emplean cientos de horas en la trasmisión de información muchas veces poco pertinente para la práctica educativa. En el mejor de los casos, este modelo ha sido sustituido por el modelo tecnológico de adiestramiento («coaching») que aunque supera al modelo bancario también tiene sus limitaciones, pues:
Frente a esto hemos propuesto (Villarini, 1987, 1990, 1991, 2003,2010, 2010b) un concepto de la formación docente en el cual la formación que se lleva a cabo responde a los siguientes principios:
Nuestra concepción de la formación profesional del educador como promotor del desarrollo humano integral se funda en una perspectiva histórico-cultural, crítica y liberadora. Sobre esa base, la formación del educador del desarrollo humano tiene tres dimensiones fundamentales e íntimamente ligadas, desde las cuales lleva a cabo su práctica en las diversas situaciones educativas: los afectos y valores, la cultura educativa y las competencias profesionales.
Los afectos y valores sensibilizan, fijan metas, dan energía, involucran y, crean la voluntad de educar; la cultura educativa sirve como marco conceptual para entender las situaciones, fundamentar y darle estructura estratégica a la práctica. Las competencias profesionales le permiten al educador valerse de la cultura educativa para plantear y resolver problemas, así como tomar decisiones en forma reflexiva, científica, crítica y creativa al interpretar, apreciar y manejar las diversas situaciones educativas para trabajar en forma efectiva en dirección de los valores y metas propuestos.
La formación profesional de los educadores como promotor del desarrollo humano integral comienza por el reconocimiento de que son ellos quienes construyen el sistema educativo y a la vez forman a los educandos a través de lo éstos van viviendo y experimentando día a día. Cada educador consiente o no de ello, crea su propio sistema educativo; tiene su “librito” de para qué y cómo se debe organizar el proceso de enseñanza-aprendizaje. Las alternativas son asumir esa tarea de modo irreflexivo y burocrático o de manera reflexiva, crítica y creativa.
La educación formal, es decir deliberada y sistemática, es una relación de colaboración, en la cual una persona, el educador, guía a otra, el educando, por medio de una actividad de enseñanza orientada a suscitar experiencias de aprendizaje que conducen a desarrollos humanos en una o varias dimensiones. Estos desarrollos comprenden la apropiación o construcción, por parte del educando, de conocimientos (aprender a entender), actitudes (aprender a sentir y desear) y destrezas (aprender a hacer).
Para lograr este propósito formativo, el educador construye, es decir diseña y pone en ejecución, con y para el educando un “sistema educativo”, un conjunto estructurado y estratégico de relaciones, comunicaciones, actividades y materiales de enseñanza-aprendizaje. Este sistema educativo que construye el educador consta de los siguientes elementos y relaciones:
El currículo o programa de estudio de la “escuela” es el plan estratégico que, a partir del contexto social, las necesidades y el potencial biopsicosocial de desarrollo del educando, organiza el contenido de estudio y las actividades de enseñanza-aprendizaje y evaluación en una secuencia integrada y progresiva, de modo que el estudio suscite las experiencias de aprendizaje que acumulativamente contribuyan al desarrollo del educando en dirección de los propósitos deseados.
La institución educativa, la escuela, en su sentido amplio, es el espacio de convivencia humana deliberadamente creado para suscitar un aprendizaje que conduzca al desarrollo. El aprendizaje es más que nada el resultado de la “vivencia de una convivencia” en el seno de la comunidad escolar. La organización espacial y temporal del entorno educativo, el trato, la comunicación, el modelaje, la forma en que se manejan los conflictos, las relaciones de poder (su distribución, organización y ejercicio), la organización y el gobierno, en fin, la convivencia afectiva, comunicativa, moral y política, debe llevarse a cabo de modo que se vivencien en ella los propósitos formativos que busca fomentar el sistema.
Las relaciones escuela-comunidad comprenden, por un lado, las actividades de investigación en la comunidad, por las cuales la escuela y su currículo se hacen pertinentes, personal y socialmente. El investigar y asumir como objeto de estudio las necesidades de la comunidad permite que la escuela sea una continuación y reconstrucción de la vida misma. Por otro, al ir a la comunidad a compartir y poner en práctica lo aprendido, ya sea llevando información y dialogando con el pueblo, implementando actividades de servicio, fomentando el desarrollo de asociaciones y clubes, o ayudando a organizar y actividades de denuncia y protesta, son actividades en las que se aprende por medio de la práctica.
Para la construcción del sistema educativo el maestro necesita contar con la cultura educativa, las actitudes, valores, y las competencias pedagógicas o antropagógicas que le permitan interpretar, apreciar y organizar las diversas situaciones educativas a las que se enfrentara en su práctica y como respuesta a las cuales va desarrollando su propio sistema. La cultura y valores profesionales le sirven como marco conceptual y actitudinal para fundamentar, orientar y organizar su práctica. Las competencias profesionales le dan estructura a su práctica de modo que pueda interpretar, apreciar y manejar en forma eficiente y efectiva las diversas situaciones educativas.
Las competencias profesionales del educador son formas de conciencia, es decir, habilidades para entender, sentir, querer y ejecutar acciones e interacciones que guíen y “cuiden” del educando en términos de las diversas dimensiones de desarrollo humano integral. Cada competencia corresponde con una dimensión o condición de la práctica educativa requerida para entender, apreciar y actuar en las situaciones educativas que promuevan el desarrollo del educando.
Hemos identificado las siguientes competencias profesionales que orientan nuestro trabajo de formación de educadores:
En última instancia, la calidad de la educación depende de la calidad humana y profesional del educador, de su sentido de identidad profesional, es decir, la clase de educador que quiere ser, de los marcos conceptuales por medio de los cuales interpreta y organiza las situaciones educativas, de las actitudes, afectos y valores con las que aprecia, motiva y orienta su práctica; y de las competencias humanas y generales que le permiten actuar en dichas situaciones. De aquí la necesidad de que el educador practique de continuo el autoexamen y la autocrítica, que le permita identificar sus fortalezas y limitaciones humanas y profesionales, sumirse como proyecto de desarrollo humano profesional y reflexionar acerca cómo su yo profesional fáctico se armonice con su yo profesional ideal. Particularmente importante es que el educador aprenda a identificar críticamente aquellas ideas, actitudes, hábitos y prácticas, en él (ella) o los educandos, que obstaculizan la posibilidad de en efecto constituir un sistema educativo orientado al desarrollo humano integral. Igualmente importante es el desarrollo de una gran capacidad de perseverancia, voluntad y resistencia que le permita mantenerse firme en su empeño de promover el desarrollo humano integral.
Ofrecemos, por iniciativa propia o bajo contrato, conferencias, seminarios, talleres y asesoría sobre los siguientes temas, entre otros:
Asesoría profesional
Brindamos bajo contrato servicios de asesoría y consultoría en materia de establecimiento, reforma o transformación de programas e innovaciones educativas, elaboración del proyecto de centro, diseño curricular, formación de docentes, investigación y evaluación educativa. Ejemplos de nuestro servicio de asesoría pueden ser vistos en las páginas de Proyectos y Asesorías. La naturaleza, tiempo y costos de los servicios se establece por contrato.
La OFDP cuenta con un grupo de reconocidos recursos internacionales para el desarrollo de sus servicios, entre éstos:
Dr. Ángel R. Villarini Jusino, posee un Doctorado en Filosofía, con especialidad en ética y hermenéutica filosófica, de Boston College, Estados Unidos y Maestría en Filosofía de la Universidad de Puerto Rico. Es Catedrático (Profesor Titular) de la Facultad de Estudios Generales, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras; Profesor Honorario de la Universidad Autónoma de San Domingo, República Dominicana y de la Universidad del Norte, Barranquilla, Colombia.
Dra. Wanda C. Rodríguez Arocho, posee un Doctorado en Psicología y Maestría en Educación, con especialidad en Orientación y Consejería, de la Universidad de Puerto Rico. Es Catedrática (Profesor Titular) del Departamento de Psicología, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
Dr. Roberto Mori, posee un Doctorado en Ciencias Políticas de Princeton University, Estados Unidos. Es Catedrático (Profesor Titular) del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad de Puerto Rico-Humacao.
Dr. Carlos Torre, posee un Doctorado en Planificación de la Administración y Política Social de Harvard University. Es Profesor Titular de la Southern Connecticut State University, Estados Unidos.
Dr. Ronald Lárez Romero, posee un Doctorado en Ciencias Económicas y Empresariales, de la Universidad Autónoma de Barcelona, España. Es Profesor Titular de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador y de la Universidad de Oriente, Venezuela.
Dr. Guillermo Arias Beatón, posee un Doctorado en Ciencias Psicológicas de la Universidad de La Habana. Es Profesor Titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana, Cuba.
Dr. Ovidio S. D’Angelo Hernández, posee un Doctorado en Ciencias Psicológicas de la Universidad de La Habana. Es Investigador Titular y Profesor Titular del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas, Ciudad de la Habana, Cuba.
Dra. Magda Orfila Barreto, posee un Doctorado en Educación de la Universidad Interamericana de Puerto Rico y una Maestría en Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico. Es profesora del Programa Graduado en Trabajo Social, Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.
Dra. Elena Adam, posee un Doctorado en Educación, Mención Andragogía de la Universidad Interamericana de Educación a Distancia de Panamá; un Doctorado en Planificación de la Educación. de la Universidad Simón Rodríguez. Es Profesor Titular de la Universidad Interamericana de Educación a Distancia de Panamá, Venezuela.